Por: Damián Rodríguez Estévez
Febrero 2024, México
Es más que probable que el Dr. Eust M Chapman “Chuck” a mediados de los 70 no fuese consciente del cambio tan disruptivo que estaba llevando a cabo en el sector de la construcción publicando su investigación «The Use of Computers Instead of Drawings in Building Design«, y que sirvió como germen de lo que actualmente conocemos como la metodología BIM.
Casi han pasado 50 años y muchos han sido los avances en el tema, no solo en el desarrollo de software de modelado y su interoperabilidad, así como también en la creación de estándares, normativas y reglamentos de gobernanza impulsados desde la academia, el sector público-privado, incorporando conceptos disruptivos y por supuesto una larga lista de acrónimos al diccionario.
Este periodo de tiempo ha sido un claro ejemplo de evangelización global, en la promoción del cambio en la cultura y las gobernanzas clásicas de proyectos de infraestructuras hacia el trabajo colaborativo, y en la que el interés genuino ha sido divulgar esta “bonus nuntius” para garantizar infraestructuras mejor diseñadas, construidas y operadas, en definitiva, más sostenibles.
No pretendo hacer una deserción sobre la importancia del sector de la construcción, y en específico de las infraestructuras civiles en el desarrollo sostenible del país y en su contribución positiva a indicadores económicos y financieros, porque no pocos son los autores que han escrito sobre lo preponderante que es este sector en la economía “Mexicana”, no solamente al respecto del porcentaje de contribución al PIB que algunos informes sitúan en casi 10,5%, superior al del PIB nacional de 3,7% generando 1,4 billones de pesos, sino también por los 4,5 millones empleos que genera en todo el país1.
Pero sí quiero destacar el potencial que la metodología BIM tiene sobre estas economías de escala, pues cuanto mayor es la economía del sector, mayor serán los potenciales beneficios que aporta. Beneficios en forma de ahorros que, sin duda, se significan mucho más importantes cuando las crisis como las ultimas que hemos sufrido, contraen las inversiones y dificultan a los gobiernos encontrar recursos para desarrollos estratégicos en infraestructuras.
Entidades como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), ha modelizado para el 2023 un crecimiento de las economías mundiales bajo un escenario de indicadores económicos poco favorables para el desarrollo de estrategias de inversión que puedan crear infraestructuras sostenibles y es por esto que ante este escenario, la gestión responsable de los recursos públicos hace que la metodología BIM adquiera una significancia mayúscula, porque optimiza procesos, reduce costes, evita sobrecostes y plantea soluciones mucho más eficientes energéticamente y con un consumo de materiales más responsable.
El sector de la construcción lleva un rezago en cuanto a lo que la digitalización de sus procesos y
colaboración de datos se refiere, también en México. Solamente levantemos la mirada hacia otros sectores como el financiero, retail, o incluso media y veremos que efectivamente llevan mucha distancia al respecto del sector construcción y esto es derivado a que se sigue trabajando de forma artesanal, basando el diseño, la construcción y la operación como etapas o silos estancos en la que no se comparte la información y el enfoque general de la gestión es la oportunidad, el hermetismo y el litigio.
Si tecnológicamente el sector de la construcción ha experimentado un desarrollo sin precedentes incorporando materiales, formas, tipologías y soluciones arquitectónicas realmente desafiantes, sus procesos, sus procedimientos, en definitiva, sus gobernanzas han seguido en cierta medida de manera artesanal, basándose en el litigio y el control de la información en silos estancos y muy poco colaborativos.
Por eso es tan necesario entender que la M de BIM debe de ser una M de gestión de “Management”. Gestión que se debe de entender como todos los procesos conducentes a conseguir un ambiente colaborativo, e inteligente en la que todas las partes integrantes de un proyecto interactúan de forma vinculante entre ellas, y con el objetivo de obtener el máximo valor público.
La tendencia en materia de gobernanza de proyectos de infraestructuras a nivel global y también en un ámbito más doméstico, y que son apoyadas por Naciones Unidas están orientadas a crear ese valor público, que sea dicho de paso la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) lo define como “el valor que las y los ciudadanos le otorgan a los bienes y servicios recibidos del Estado cuando satisfacen una necesidad sentida con calidad y oportunidad”.
Por eso, la M del BIM gravita sobre la incorporación de recursos tecnológicos y funcionalidades integradas, que permiten administrar los proyectos de infraestructuras de forma responsable con la sostenibilidad y por supuesto con la sociedad actual y futura. Las administraciones de México, así como sus funcionarios, deben de entender que se puede alcanzar una madurez total de gestión de proyectos bajo metodologías BIM sin tener control o incluso conocimientos de modelado, porque esto del BIM va de gestión, va de compartir la información como herramienta para toma de decisiones tempranas.
La UNOPS como brazo operativo del sistema de Naciones Unidas de Servicio a Proyectos, por medio de su mandato y los principios que integra en todos sus proyectos de “GPJE-Gestión Publica Justa y Equitativa”, promueve y apoya a los gobiernos en la adopción de la metodología en base al pilar de innovación y tecnología que junto con otros seis integran el valor sostenible de este enfoque de proyectos.
La experiencia acumulada por UNOPS en el acompañamiento y fortalecimiento de capacidades de los gobiernos y dependencias de países como México, Perú y Argentina en la adopción de la metodología BIM nos ha permitido entender que el primer desafío a superar es la de capacitar a los asociados en el entendiendo de que BIM es una metodología de gobernanza, una metodología para tomar de decisiones de forma colaborativa basada en datos, y que poco tiene que ver con la idea casi estandarizada del BIM como un software, a modelo grafico tridimensional, un gráfico renderizado, o incluso a un botón mágico que resuelve de forma automática todos los problemas de los proyectos. Nada más lejos de la realidad.
La fortaleza de la metodología reside en sus sistema de gobernanza, en la capacidad de integrar de forma colaborativa a diferentes actores vinculados al proyecto en tiempo real y con un repositorio documental y datos comunes, en la que es posible adelantarse a eventos no deseados de forma temprana, en la que es posible simular escenarios para poder obtener la mejor solución de diseño para el activo, en la que es posible obtener automatizaciones que optimicen algunos recursos tan valiosos como el tiempo, y todo ello de forma organizada trazabilidad y con un fuete sistema de calidad. En definitiva, una metodología para la gobernanza de proyectos.
Entendiendo que la letra M que incorporar el acrónimo BIM, se acerca más al concepto de gestión y no al concepto único y exclusivo del modelado, es muy probable que la asimilación del significado de la metodología se alinee mucho mejor a su naturaleza y por ende al completo entendimiento de su verdadero potencial.
1 Datos oficiales gobierno de México. Data México, https://www.economia.gob.mx/datamexico/
Damián Rodríguez Estévez
Doctorando en Sistemas de Ingeniería Civil por UPM- España, BIM Manager; Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y Asesor de Infraestructuras para UNOPS en México