En el panel titulado “Transición energética en el Cono Sur: hidrógeno y energías limpias para un futuro sostenible”, representantes clave del sector público, privado y de fomento coincidieron en que la región posee una ventaja natural inigualable, pero advirtieron que el verdadero éxito dependerá de su capacidad para generar innovación, desarrollo industrial y encadenamientos productivos locales, yendo más allá de la mera exportación de materias primas verdes.
El conversatorio, moderado por Lorenzo Reyes, decano de la Facultad de Ingeniería y Negocios de la Universidad de Las Américas, exploró a fondo los mecanismos para acelerar esta transición, abordando desde las fuentes limpias y nuevas tecnologías hasta los instrumentos normativos y de financiación necesarios.
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Chile: un potencial 70 veces mayor
La discusión partió de una base concreta: la abrumadora ventaja comparativa de la región. Luis Felipe Ramos, ministro de Energía de Chile, destacó que el país tiene un potencial de energías renovables “70 veces la capacidad instalada que tenemos actualmente”.
Dicho potencial, señaló, es la base para alcanzar la meta de carbono neutralidad al 2050 y para desarrollar industrias futuras, como el hidrógeno verde.
“Chile con el cobre y el hidrógeno verde tiene una oportunidad importante de diversificar y sofisticar nuestra matriz económica”, afirmó Ramos, parafraseando al presidente Gabriel Boric.
“No se trata solo de extraer recursos, sino de desarrollar una industria que implica regulación, estándares, infraestructura y, crucialmente, demanda interna”, enfatizó el ministro.
La urgencia de capturar valor local
Frente a este panorama, el panel abordó el riesgo de que la región se limite a ser un exportador de energía limpia sin desarrollar su capacidad tecnológica e industrial.
Fernando Hentzschel, gerente de Capacidades Tecnológicas de CORFO, fue enfático: “El riesgo es dejar pasar oportunidades”.
Hentzschel ilustró su punto con un ejemplo contundente: “Para un parque de 3.000 aerogeneradores, hablamos de 3.000 torres y 9.000 aspas de más de 100 metros. ¿Qué sentido tiene traerlos de Escandinavia o Asia si podríamos producirlos aquí?”.
Desde CORFO, explicó, ya se están impulsando convocatorias para instalar manufacturas locales de componentes críticos, como torres eólicas y electrolizadores, aprovechando la ola de transición para “reindustrializar con capacidad manufacturera más especializada” a Chile.
Competitividad y financiamiento como motores
Desde la perspectiva de las empresas, la transición ya es una realidad que mejora la competitividad. Alexander Decock, fundador de Solcor Chile, compartió su experiencia: “Hemos desarrollado más de 500 proyectos fotovoltaicos. Son 500 empresas chilenas que hoy benefician de energía más barata, lo que hace directamente a la industria local más competitiva”.
Decock recalcó que la clave para este despegue ha sido la existencia de “un marco súper claro y estable” que da confianza a los inversionistas para financiar estos proyectos.
Por su parte, Orlando Meneses, de Enel X Chile, complementó esta visión señalando que la electrificación de diversos segmentos, desde el transporte público hasta la minería, se está impulsando porque “era competitivo”.
Meneses destacó el caso de Copiapó, que se convertirá en la primera ciudad del mundo con transporte público 100% eléctrico, y enfatizó la necesidad de prepararse para los siguientes pasos, como la “segunda vida” de las baterías de los buses eléctricos, un desafío que representa una nueva oportunidad de negocio e innovación local.
La clave para la continuidad
Un consenso unánime entre los expositores del panel fue la necesidad de políticas de Estado consistentes y de largo plazo que trasciendan los ciclos de gobierno.
El Ministro Ramos explicó que el modelo de Chile se basa en construir “acuerdos amplios entre el sector público, privado y la sociedad civil” para dar certeza al mundo de que el país cumplirá sus objetivos.
Fernando Hentzschel de CORFO corroboró este punto: “Estas son políticas de Estado, sobre todo cuando hablamos de infraestructura o industrias que tienen timing mucho más largos que un gobierno”.
Esta consistencia, argumentó, es fundamental para alinear los incentivos de inversión y para abordar desafíos futuros del Cono Sur con anticipación, como la gestión de las baterías en desuso.
Articulación y oportunidades locales
Cristina Victoriano, subdirectora Ejecutiva de la Agencia de Sostenibilidad Energética (AgenciaSE), aportó la mirada sobre la implementación concreta en el territorio.
“Nuestra vocación es el buen uso de la energía”, dijo, explicando que su rol es articular actores y movilizar la creación de nuevos mercados.
Victoriano citó el ejemplo del programa “Mi Taxi Eléctrico”, que partió como una prueba piloto compleja y hoy se expande a regiones.
“Estos programas permiten que se genere todo un ecosistema alrededor: los talleres, las personas capacitadas, los seguros, los créditos. Se construye a través de la materialización de la política pública”, detalló. Su concepto clave para el éxito fue la “colaboración entre actores”.
Consistencia, colaboración y visión de futuro
Al cerrar el panel, los expertos resumieron en una palabra cada uno el concepto decisivo para que la transición sea una verdadera oportunidad de desarrollo sostenible para el Cono Sur: Consistencia (Hentzschel), Competitividad (Meneses), Financiamiento (Decock), Políticas Públicas de Estado (Ramos) y Colaboración (Victoriano).
El moderador, Lorenzo Reyes, concluyó sintetizando que el camino hacia un futuro sostenible “exige gobernanza inclusiva, colaboración público-privada y una visión de largo plazo”.
El desafío, recalcó, es grande, pero también lo es la oportunidad histórica de posicionar a la región no solo como un productor de recursos verdes, sino como un líder global en innovación y valor agregado dentro de la economía descarbonizada del futuro.
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